viernes, 15 de octubre de 2021

Con la música a otra parte


 

Sí. Ya lo sé.

Sé que estás acostumbrada a entrar sin llamar, abriendo puertas y ventanas con el frío de la mañana invernal. Acostumbrada a pasar como un vendaval. Una tormenta que lo arrasa todo a su paso pero que lleva agua al desierto.

Acostumbrada a no pedir permiso. Ni perdón. A correr sin mirar atrás.

A perder el control.

Rompiendo moldes, esquemas, puertas y lo que se ponga por medio.

No es ningún tipo de defecto. Siempre admiré eso de ti. Me encantaba observarte desde un segundo plano mientras tú devorabas el escenario y te comías el mundo. Manzana dorada a tus pies. Y yo, como amante del teatro, sólo podía sentarme y aplaudir.

Hablando de actores secundarios.

Siempre fuiste la protagonista y el personaje principal de mi propia historia. ¿Cómo se supone que debo llenar el resto de páginas en blanco?

Porque te robaste a la audiencia y el escenario. Cerraste el telón y colgaste el cartel de “sold out”.

Te fuiste, como un circo ambulante, con la música a otra parte. Tras de ti sólo el olor a algodón de azúcar y el eco de sonrisas pasadas. Un rastro que sigue. Que sigo. Que por mucho que recorra nunca parece recortar distancias contigo.

Si es que ya lo sé. Correr sin mirar atrás. Como una tormenta de verano. Llegas y te vas.

Bueno.

El otoño siempre fue mi estación favorita de todas formas. Me acostumbraré a dormir entre las hojas caídas del calendario. A buscarte a tientas en los días nublados. A calarme de lluvia hasta los huesos.

A vivir pisando charcos.

A despertarme cuando se acabe Septiembre. Como mi canción favorita.

“Aquí viene la lluvia otra vez. Cayendo desde las estrellas”

Y llegará el invierno. Tienes mi puerta cerrada pero una ventana entreabierta.

Porque baby it´s cold outside.

sábado, 9 de octubre de 2021

Perenne recuerdo


 

Hoy por fin te dejo marchar. Eres libre de abandonar mis pensamientos. Corre, huye, vuela. Y no mires atrás ni de reojo. No me busques por encima del hombro o a través de una habitación llena de caras desconocidas.

Hoy, ya más cerca de los treinta que de los veinte, he tenido un sueño que me hablaba de cambios y, seamos honestos, a estas alturas sabemos que hay cosas que no puedo cambiar a mi alrededor ni dentro de mí. Ya hemos transitado ése camino y ya sabemos dónde acaba. De cara contra la pared o a un paso del abismo.

Pero tal vez puedo hablar de decisiones. Y hoy decido derrumbar las paredes de la habitación en la que has estado viviendo dentro de mi. Ese susurro en mi cabeza que, todavía, no quería dejarte ir a pesar de que tu perfume ya se haya desvanecido completamente de la almohada y de ti sólo queden notitas escritas a lápiz y el eco de tu voz. Cantos de sirena en la distancia.

Decido desterrarte por fin del palacio de mi memoria como el que deja escapar un suspiro de alivio.

Debo hacer el resto del camino sin ti. Debo alzar la mirada y contemplar el espejo sin miedo a encontrarme tu recuerdo. Por agridulce que sea.

Por doloroso que sea dejarte ir.

Pero a veces es mejor arrancar la tirita de golpe y la venda de los ojos.

Aunque a veces sangres. Aunque te ciegue la luz.

Aunque tires la moneda mil veces y sólo salga cruz.

Cojo aire. Aprieto los puños y rechino los dientes. Mirada al frente y un pie sobre el vacío.

Tranquila. Esto me dolerá más a mí que a ti.

Pues tú, mi más perenne recuerdo, tú ya no estás aquí.