Querido yo.
Espero que puedas
perdonarme.
Espero que alguna
vez logres entender el porqué de alguna de mis acciones.
Porque no las entiendo
ni yo.
Espero que puedas
perdonarme que lleve tanto tiempo sin escribirnos cuentos de amor, o canciones
de despedida. Espero que puedas perdonarme que no me encuentre, que no pueda
encontrarme entre las primeras hojas ocres y el ocaso del verano.
Espero que puedas
perdonarme esta mala manía nuestra, de perder el tiempo en bobadas que nos
quitan el sueño si intentamos dormir.
Perdóname que no
te escriba, pero hace un tiempo que no soy yo. No he encontrado el momento ni
la ocasión.
La inspiración.
Que se me escapa
por momentos como los últimos compases lentos de una canción triste. Un baile.
Pegado. Conmigo mismo. Con melancólicas notas de violín de fondo. Como las
últimas gotas de tormenta chapoteando sobre el charco.
Echaba de menos
encontrarnos de nuevo. Frente a frente. Leyéndonos y escribiéndonos al mismo
tiempo. Contándonos lo mucho que duelen los amores de verano y los finales
abruptos. Las cosas que no queremos ver y a las que nos aferramos, cerrando el
puño y el corazón, agarrando tan sólo aire.
Náufragos, en sus últimas bocanadas
desesperadas antes de ahogarse.
Querido yo.
Tienes que recordar tus prioridades, que nunca has tenido demasiado claras, y
tienes que tener claras algunas cosas.
Que el amor
viene. El amor duele. Y el amor se va. Y tienes que agarrarlo.
Que no puedes agarrar
a alguien en caída libre.
Que al final de
una caída toca levantarse, venirse arriba.
Que a veces, de
tan arriba, sentimos vértigo y miramos con temor hacia abajo.
Que a veces,
miramos con tristeza hacia atrás. Por encima del hombro. Con miedo, por si el
pasado nos atropella.
Que el pasado se
pierde, porque pasado está. Se mezcla, sepultado, con las hojas del otoño.
Arrastrado por la tormenta. Congelado en algún parque bajo el frío del
invierno.
Que vendrán otras
tormentas. O tal vez la calma que la preceda, esta vez para quedarse.
Que hemos amado
sin límite las cuatro estaciones. Pero que es hora de cerrar el círculo.
A mano alzada.