Dime.
Dime en qué
momento perdimos el autocontrol, el control y la razón. El corazón.
En qué momento
soltamos el mando de éste tren sólo para darnos cuenta demasiado tarde y vernos
descarrilar. Vagones rotos en la nieve. Moriremos de hipotermia.
Cuándo dejamos de
observar la vela consumirse y dejamos el gas abierto hasta que, sorpresa, el
mundo reventó por los cielos mientras veíamos nuestra vida volar en mil
pedazos.
Un mosaico de
fotos y fechas de calendario señaladas en rojo. Con tu pintalabios favorito.
Dime.
Dime qué sentías
al ir cuesta abajo y sin frenos. Al saltar sin paracaídas. Al poner la mano en
el fuego sólo por ti. Creo que de tanto querer atrapar la llama la acabamos
extinguiendo. Esto siempre fue una carrera a contrarreloj. Esto que llaman
amor.
Quisimos amar
despacio y con calma pero el tiempo siempre tiene prisa y nunca perdona. Y eso es algo que
jamás le perdonaré al reloj. A las horas perdidas. A las hojas del calendario
marchitándose en otoño. A la nieve acumulándose en el tejado.
Y, como Madrid,
nos quedamos helados.
Sábanas frías.
Sombras y recuerdos tristes durmiendo en tu lado de la cama. La cortina
descendiendo sobre el escenario.
Dime qué se
siente al jugar a la ruleta rusa y apuntarme con el último disparo. Al saber
que todo pende de un hilo mientras bailas con las tijeras entre tus manos.
Dime. Miénteme si
es necesario. Dime que todo saldrá bien y que al dar la vuelta a la esquina
estarás ahí esperando. Dime que sabes lo que haces mientras sujeto la manzana
sobre mi cabeza y tú tensas el arco.
Dime que nos
hundiremos mientras los violines lloran, aunque luego subas al primer tablón
que encuentres. Yo mismo te ayudaré mientras desaparece el barco.
Fuimos el manual
de cómo construir un castillo de naipes bajo la tormenta. Una partida de póquer
a las tres de la mañana en la que tú tienes todos los ases, las escaleras y los
colores. Mientras yo sólo puedo ver los números alejarse. Tal vez sea cierto
que siempre gana la banca.
Así que dime.
Dime en qué momento amañaste la partida. En qué momento abriste los ojos.
En qué momento
dejamos de soñar.
En qué momento
dijiste “para, que me quiero bajar”.
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